viernes, 13 de enero de 2012

La arena y la piedra

Por el ardiente desierto del Sahara, llevando una pesada carga sobre los hombros, iban caminando dos amigos, Farouk y Ramsés. 


Habían perdido a sus camellos varios días antes y estaban agotados por la enorme distancia que habían recorrido a pie. 

Llevaban casi una semana sin probar alimento y el agua se les terminaba bajo el inclemente rayo del sol. Las piernas les dolían de tanto caminar y tenían quemada la piel del rostro y los brazos.



Aunque entre los dos habían elegido esa ruta, Farouk le reclamó a Ramsés haber escogido un camino largo y desconocido. Su furia iba en aumento: gritaba, manoteaba, le dijo un insulto y otro. Incluso llegó a darle una bofetada.

Ramsés se quedó callado y la nariz le sangró un poco, pero no respondió a la agresión. Con mirada profunda de tristeza se sentó y escribió sobre la arena con su dedo índice: “Hoy mi mejor amigo me pegó en la cara”. A Farouk le sorprendió este hecho, pero no le preguntó nada.

Intrigado, Farouk le preguntó:

—¿Por qué ayer que te ofendí escribiste en la arena y hoy has escrito en la piedra?


Ramsés le explicó sonriendo:

—Los errores de nuestros amigos se los lleva el viento por la noche. Cuando amanece y el sol sale de nuevo ya no podemos recordarlos. Sus pruebas de lealtad, sin embargo, quedan grabadas para siempre en nuestro corazón.

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